jueves, 24 de mayo de 2012

La lengua de los otros y el vendedor de pan.

Entre el pan y el mimbre, Horacio se asoma en la boca de la ciudad. Con una sonrisa convida porque sabe, sabe muy bien, que el secreto no está en el tomate, en el jamón o en la cebolla; sino en la radio, fiel compañera que suena ahí, tapada por las voces de su montón de amigos que pasan, se quedan, van y vienen, mientras él hornea.

1 comentarios que comentaron.:

Javier Arias dijo...

Era una radio de esas que tiene cada vigilante de barrio, pero pasa que el no era vigilante, ni los vigilantes vigilan, siempre que es de robar, roban, pero ellos si escuchan la radio, les escucho desde mi boardilla y esta bien alto, sobre la casa de la loma, alli donde llegan mis amigos con vinos de manzana y les subo el pan fresco... si porque a mas de los ruidos de la radio, sube el olor de pan recien horneado y si.. son ruidos porque esas radios de vigilantes que no vigilan, nunca estan exactos en el dial... pero el pan si es rico, delicioso, tanto que camino desde la quinta en con Santa Librada para capar buseta y tener para el pan...

El caso sinembargo, es que el, Aldredo, hombre raizal, ellos no son indios, ni negros son combinados y quizá por ser de dos razas tan generosas, son bellos, como diaria, bien apuestos... pero Alfredo volviendo al caso, usa ese radio de vigilantes, el negrito a manera de ladrillo y metalizado en el frente, siempre escuchando noticias, por no decir estupideces, como diablos entonces, se sabe todas las canciones de vigilante? esos tangos venidos del caminito que tiempo a borrado con aroma a colonias de Alfredo de Anguelis, en forma de sombrero a lo Gardel, como diablos puede ser... o quiza, escucha sus estupideces mientras oye la radio con dial corrido de los vigilantes... quiza, no se... si se que el pan es muy sabroso.